Escribir juntas cada una por su lado

Estos textos están escritos a dos cabezas, a cuatro manos, cada quien por su lado. ¡Un montón de gente!

Después de una charla con una amiga, tuvimos ganas, las dos, de escribir. He aquí lo que nace de dos cabezas inclinadas sobre la misma conversación.

 

 

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¿Les decimos o no?

 

Platicábamos ayer  una miamiga y yo de las peleas intestinas interdomésticas en las que a veces (!) nos hemos visto envueltas.

Y descubrimos, a medias porque la verdad ya sabíamos, que nunca dejamos de aprender, revolver, desaprender, regurgitar y escupir toda la vida, todos los mugres y bellos días, y más si esa vida y esos días se comparten con una pareja.

Si lo hacemos claro, porque siempre está la posibilidad real y verdadera de negarse rotundamente a intentarlo y entonces, en lugar de ir pa’rriba va uno pa’bajo, se achica, se desprecia y deprecia, se pierde y desaparece. La pareja parece pared y va uno solo  en su tanque de guerra, fingiendo que es feliz…

Entonces, cotorreando y riendo, entre filosofía barata y sufrimiento real, hablamos de la inmensa tarea que se nos viene encima cuando decidimos abrir la puerta con la misma llave los dos, los de la pareja, no la miamiga y yo, ella vive allá, yo acá, y tal vez por eso le entramos tan duro a la platicada cuando nos cruzamos por la plaza de la iglesia.

Y como no había mucho que decir, a veces las palabras no representan nada, ni la verdad ni la mentira ni las aguas negras, surgió entre nosotras la imagen de los chavos, o novatos, después de todo muchos se esperan así como un buen de años para ver si dan el sí o el no quiero. Y se preguntó la pregunta sin respuesta clara, que si no para qué sirven ciertas preguntas, de si les debíamos de avisar, de aconsejar, de guarecer bajo nuestros amplios corazones de comadres entradas en años y en experiencia…

Hace mucho tiempo, ya en más serio el asunto, le reproché a otra miamiga, del alma también, de fiesta y de cuchicheos, el no haberme advertido sobre los hijos, sobre lo terrible que puede ser tenerlos, tanto en lo bello como en lo obscuro. Me dijo, más sabia ella que yo, o ya desanimada, quién sabe, que no le habría yo creído naditita, que la experiencia propia de uno mismo no le sirve a los ajenos, y que como para qué se iba ella a cansar si yo no le iba a pelar ni un plátano chico…

Y esta miamiga de ayer que me suelta, así sin decir agua va, ni cocodrilos ni nada, que nadie experimenta en cabeza ajena, lo cual es cierto y bueno, no fuera a ser que los chocolates engullidos por el vecino de enfrente se me estacionaran en las caderas a mí.

Así que chavos, novatos, desempleados de la pareja… Nomás les digo, desde mi sabiduría de cuasi crecida, revivida y recoleante, les digo pues…  que ahí se ven.

Gwenn-Aëlle Folange

 

En cabeza ajena

 

Hace unos días, sostenía una plática con una amiga, de ésas que comienzan triviales y que luego de un rato, toman importancia.

De pronto, nos descubrimos hablando sobre la vida de pareja y las peleas cotidianas (risas) de nuestras estrategias para no olvidar cuánto amamos.

De esto de aprender y aprenderse en el otro y sus manías, con las nuestras, fuimos un poco más indulgentes (ja) y como no serlo si somos quienes escriben en el chat sobre ellas.

De cómo, pequeños detalles de principio (en toda relación) se celebran y al cabo de los años, no sé por qué, de alguna forma a estas alturas molestan y sin embargo habremos de hacer gala para tolerar y que ese ejercicio de tolerancia no dé muestras de estar haciéndose a fin, de no herir a los que amamos.

De esa permanente negociación que termina siendo el matrimonio, el ser padre, el ser amigo, el ser pareja, el ser hermano y el ser familia.

De la importancia de seguir siendo tú, a pesar del paso de los años y que la contra-parte siga siendo él (ella), respetando nuestros espacios vitales.

De lo afortunadas que somos de decir y hacer lo que pensamos, lo que amamos, más allá de toda censura, más allá del desacierto.

De la valentía de un testigo y un mareado al aceptar que todas esas rarezas, vienen en el paquete del artista y que sus naranjas y medias lo son.

De cuánto bien se haría, si lo compartiéramos con los chavos.

De la certeza que tenemos que nadie experimenta en cabeza ajena y que aunque lanzáramos la advertencia…. poco ahorraría en sufrimiento.

Me encantan estas charlas de amigas, el teclado de pronto parece que cobra sonido y puedo escuchar su risa, la tecnología contrario a lo que se piensa, tiene el poder de acercar a las personas y yo me alegro que así sea, porque compartimos un café, los recuerdos, las reflexiones; pero sobre todo el cariño y esa palabra de aliento que a veces nos es tan necesaria. Con el esperado abrazo y el « mañana nos vemos ».

¿Acaso no es valiosa una plática por chat?

¡Yo creo que sí!

 

 

Tizzia Holwin

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